Maurice
Godelier
L’idéel et le matériel. Pensée, économies, sociétés, París, Fayard, 2008, pp.
9-10, 12-13. [Ed.original 1984.]
Lo ideal y lo material
Este libro parte de un
hecho y de una hipótesis.
El hecho: contrariamente
a los otros animales sociales, los hombres no se contentan con vivir en
sociedad, producen la sociedad para vivir;
en el curso de su existencia inventan nuevos modos de pensar y de actuar tanto
sobre ellos mismos como sobre la naturaleza que los rodea. Producen así la
cultura, fabrican la historia, la Historia.
Sin duda los otros
animales sociales también son el producto de una historia, pero de una historia
que ellos no hicieron: la de la naturaleza (que se sabe que es un proceso de
evolución de la materia viva) y de las especies vegetales y animales que a lo
largo de las edades de la tierra engendró la naturaleza y que la componen.
Un hecho, entonces,
pero en absoluto como los otros, porque explicarlo es analizar a la vez la
evolución de la naturaleza y la especificidad del hombre en el seno de esa
naturaleza. Un hecho que no es en absoluto como los otros, porque los otros se
hallan iluminados por su luz o a su sombra y al que el pensamiento, si quiere
explicar al hombre y su historia, desarrollar las ciencias de la naturaleza y
las ciencias del hombre, debe hoy tomar como punto de partida obligado.
Pero, ¿cómo pensar un
hecho sin una hipótesis para interpretarlo? Nosotros tenemos una que,
ciertamente, para nosotros es portadora de un inmenso potencial de
explicaciones teóricas. Esa hipótesis es la siguiente: el hombre tiene una historia porque transforma la naturaleza. Y es
propio de la naturaleza del hombre tener esa capacidad. La idea es que, de
todas las fuerzas que ponen en movimiento al hombre y le hacen inventar nuevas
formas de sociedad, la más profunda es su capacidad de transformar sus
relaciones con la naturaleza
transformando la propia naturaleza. Y
es esta misma capacidad la que le da los medios materiales para estabilizar ese
movimiento, para fijarlo en una época más o menos larga en una nueva forma de
sociedad, para desarrollar y extender mucho más allá de sus lugares de
nacimiento algunas de las nueva formas de vida social que ha inventado. Ahora
bien no parece no parece demasiado difícil encontrar hechos que se adecuen a
esa hipótesis.
¿Hay mejor ejemplo de
la acción del hombre sobre la naturaleza que las plantas y los animales
domésticos? Su domesticación, comenzada unos 10 000 años antes de Cristo, ¿no
fue el punto de partida del desarrollo, que pronto se volvió irreversible, de
múltiples formas de agricultura y de cría que entrañaron profundas transformaciones
de la vida social?
[…]
Cada uno puede medir
la dificultad de la empresa y su apuesta. Se trata de analizar cómo hasta qué punto las realidades materiales, las
de la naturaleza exterior al hombre y las que él mismo creó o transformó,
actúan sobre la organización de su vida social y, más profundamente, sobre el
proceso de producción de nuevas formas de sociedad. Pero, ¿qué significa “realidades
materiales”? Si las examinamos, vemos que hay que distinguir muchos tipos de
materialidades según su existencia y su acción impliquen o no la existencia del
hombre.
Primero está esa parte
infinita de la naturaleza que siempre se encuentra fuera del alcance directo o
indirecto del hombre, pero que sin embargo nunca deja de operar sobre él: el
clima, la naturaleza del subsuelo, etc.
Luego se encuentra la
parte de la naturaleza ya transformada por el hombre, pero indirectamente, sin
que lo haya querido o haya previsto las consecuencias de su acción: erosión de
suelos, modificaciones de la vegetación vinculadas con el uso repetido del
fuego para la caza, la agricultura, la cría…
También está la parte
de la naturaleza directamente transformada por el hombre y que, en lo sucesivo,
no puede reproducirse sin él, sin su atención, su energía, su trabajo. Aquí
hacemos referencia en primer lugar a las plantas y a los animales domésticos
que, hasta ayer, constituían el elemento principal de su subsistencia.
Separados de los hombres y abandonados a ellos mismos, esas plantas y esos
animales sobrevivirán en condiciones precarias o se volverán salvajes, o serán
incapaces de reproducirse y desaparecerán.
Por último hay que
agregar otras dos partes de la naturaleza que el hombre ha transformado para su
uso en el proceso de producción de sus condiciones materiales de existencia: en
primer lugar los útiles y las armas, fabricadas a partir de madera, de hueso,
de piedra, etc., que constituyen órganos exteriores que prolongan su cuerpo y
agregan sus fuerzas a las propias del hombre. (No se trata de verdaderas
máquinas, que no funcionan como la prolongación del cuerpo del hombre.) Luego,
todos los elementos de la naturaleza que, después de haber sido separados de
ella por la acción del hombre, sirven en su forma primera o después de haber
sufrido un cambio de forma o de estado, como soporte material en la producción
de la vida social en todas sus dimensiones: madera, hueso, piedra, cuero,
metales utilizados para construir simples abrigos o templos suntuosos, escuelas
o bancos, estatuas de hombres o de dioses. Útiles, armas, monumentos, objetos
de todas las clases son los soportes materiales de un modo de vida social.
Abandonados por los hombres, se transforman en ruinas, vestigios inertes y
mudos, ofrecidos por la historia a la codicia y a la imaginación de los
arqueólogos de épocas posteriores.
La frontera entre la
naturaleza y la cultura, la distinción entre lo material y lo ideal, tienden a
borrarse cuando se analiza la parte de la naturaleza que está directamente
sometida al hombre, producida o reproducida por él (animales y plantas
domésticas, útiles, armas, vestimenta….). Esa naturaleza exterior al hombre no
es exterior a la cultura, a la sociedad, a la historia. Es la parte de la
naturaleza transformada por la acción, consecuentemente por el pensamiento del
hombre. Es realidad material y, a la vez, tiempo ideal o al menos debe su
existencia a la acción consciente del hombre sobre la naturaleza, acción que no
puede existir ni reproducirse sin que intervengan, desde el principio, no sólo
la conciencia sino también el pensamiento en toda su realidad, consciente e
inconsciente, individual y colectivo, histórico y no histórico. Esa parte de la
naturaleza es naturaleza apropiada, humanizada, vuelta sociedad: la historia
inscripta en la naturaleza.
[…]
[Hay edición en español:
Maurice Godelier, Lo ideal y lo material: pensamiento, economías, sociedades, Madrid, Taurus,1989.]
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